ANDANDO MUY CERCA.

Es frecuente ver en el Camino parejas , de todas las edades, de toda condición, andando y cogidas de la mano. 

Pertenezco a una familia de personas muy despegadas. Nos tocamos poco, aunque nos queremos mucho. Por eso me asombran esas parejas que durante kilómetros van de la mano. No sé si es cariño, o una promesa hecha al  Altísimo: si me curas, si me sacas de este apuro económico, si  haces este favor a esta persona, hago votos de que iré con ella de la mano todo el   Camino de Santiago.

A veces pienso- viendo estos seres humanos tan entrañablemente  unidos al andar- en Rodrigo de Mendoza, Robert de Niro en la Misión- cargando voluntariamente con sus armas y bagajes, por la senda de su penitencia. Solo que , en lugar del enorme saco que arrastra, va con su mujer cogido de su mano. 

Yo, la verdad, lo veo un sacrificio, y no pequeño.

Pero un día, en la calle Real de Caldas,  mientras veía acercarse un matrimonio mayor , de la mano, rotos después de siete horas de dale que te pego  desde Pontevedra, les invité a tomar un  granizado.

- Una pregunta le quiero hacer.

- Usted dirá - contestó él- , con acento latino. 

- Les he visto caminar desde hace un buen rato. ¿Por qué van de la mano?

- Porque así estamos muy cerca uno del otro. Nos  gusta andar así.

Me acordé de una chica que conocí hace años. Entré en una iglesia y la vi sentada en una silla, muy cerca del sagrario. Era una joven con síndrome de Down  Y le pregunté por qué se sentaba allí. Y me contestó:

- Porque mi madre me enseñó que a Jesús le gusta que estemos muy cerca de Él.