HUELLAS IMBORRABLES.
Coincidí con tres peregrinas que entraron a rezar en la iglesia de Caldas. Eran una madre con sus hijas. Venían de Madrid, desde Oporto.
Las chicas acompañaban a su madre enferma de cáncer. El dolor es un aprendizaje. El Camino es búsqueda . El silencio es un maestro. Y también una enseñanza sombría en la lluvia, en el viento, en las ampollas en los pies y en las largas horas. Es un vacío interior , que es fantástico, que tonifica el alma.
Charlamos y coincidimos que el Camino es, sobre todo, un encuentro con nosotros mismos. Con nuestras sombras, nuestra biografía, nuestros amores, nuestros errores, nuestras decepciones, y esa búsqueda interior. Somos hijos pródigos regresando a casa. Muchas horas compartiendo nuestra respiración y el espacio con nuestro silencio. Cada paso , no sabemos cómo, tiene sentido. Cada sofoco. Cada cruce con alguien que pasa cerca.
Como esa madre , con cáncer, y que inicia una ruta buscando el abrazo final, junto a sus hijas. Todo pasa por algo. Todo tiene sentido.
Puede ser una vía dura, seca, desabrida, larga, ingrata a veces; pero donde el entusiasmo, la alegría, y la determinación dejarán huellas que nada ni nadie podrá borrar.
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