UN REGALO.
El otro día escuché una conversación en Caldas de Reis. Eran tres mujeres que estaban en una terraza descansando de una etapa del Camino de Santiago. Iban descalzas. Contemplar unos pies de mujeres maduras al viento imperio, depositados sobre una silla , mientras toman un Cocacolo es algo que desanima mucho, al menos a mi. Las rodillas similares a dromedarios con su callo gordo, y unas durezas en los talones como cortezas de alcornoque.
Una de ellas decía que la mayoría de los hombres - parecía que se refería a sus maridos - no conocían de verdad a sus respectivas mujeres. " No saben nada de nosotras y tenemos que ir dándoles siempre pistas".
Interrumpí la charla :
- Soy hombre, vivo en pareja. Os estaba escuchando y, ya perdonaréis, a lo mejor me meto donde no me llaman , pero me pregunto que si tenéis que dar pistas para que sepan qué queréis, ¿ por qué no pedís directamente lo que os gustaría que hicieran?
Me miraron perplejas , divertidas también por la interrupción.
- Porque no tendría gracia - contestó la que parecía que tenía crustáceos en el casco. No nos gusta que nos den la razón todo el rato, ni que haga todo lo que le pidas, ni que asienta a todo como si estuviéramos locas. Hay que pensar un poco en la otra parte para sorprender.
- Os veo algo quemadas.
- Lo que queremos es un señor que piense en lo que nos gusta y nos sorprenda dándonos el gusto. El hombre ideal es el que nos sorprende siempre con lo que nos apetece. ¿ Es pedir mucho?
- Ya. Pero eso ya lo hace un microondas.
- Y esa es la razón de que estemos solas haciendo el Camino.
- ¿ Un regalo de vuestros "señores"?
- No. Un regalo que nos hicimos nosotras...ellos no sabían que eso era lo que nos gustaba de verdad.
porque ellas atienden y entienden perfectamente a sus maridos y los obsequian con lo que les gusta sin faltar ningún día, claro, claro. Esos callos están reproducidos en el corazón.
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